El Ruido Del Mar
Hay un tejido, una red luminosa
que tiembla en la arena, por abajo del agua.
Se ve a través del verde transparente
como una temblorosa trama.
que tiembla en la arena, por abajo del agua.
Se ve a través del verde transparente
como una temblorosa trama.
Cuando la ola rompe su espuma
quedan burbujas sueltas, chiquitas
sobre la piel del agua:
brillan intensa, nítidamente
en seguida se apagan.
quedan burbujas sueltas, chiquitas
sobre la piel del agua:
brillan intensa, nítidamente
en seguida se apagan.
Por la suave curva de las olas
sobre su lento avance
sobre su amplio movimiento seguro
la luz resbala.
Se deslizan los resplandores
por los movedizos toboganes del agua.
sobre su lento avance
sobre su amplio movimiento seguro
la luz resbala.
Se deslizan los resplandores
por los movedizos toboganes del agua.
Ruido del mar, qué golpe derramado
qué entreverada voz y qué sonido
tan confuso y oscuro
cuando todo en derredor está tan claro.
qué entreverada voz y qué sonido
tan confuso y oscuro
cuando todo en derredor está tan claro.
Todos los límites
firmes y recortados
todo con su color tan decidido
los colores tocándose
uno al lado del otro, sin mezclarse.
firmes y recortados
todo con su color tan decidido
los colores tocándose
uno al lado del otro, sin mezclarse.
Y parece que cada uno: limpio
y liso azul, rojo tejado
verdor brillante
diera un sonido puro e inaudible
y todos un acorde fuerte y claro.
Pero el ruido del mar no se comprende,
se desploma continuamente, insiste
una y otra vez, con un cansancio
con una voz borrosa y desgranada…
y liso azul, rojo tejado
verdor brillante
diera un sonido puro e inaudible
y todos un acorde fuerte y claro.
Pero el ruido del mar no se comprende,
se desploma continuamente, insiste
una y otra vez, con un cansancio
con una voz borrosa y desgranada…
Y no se sabe
qué es qué quiere o qué pide
el turbio ruido oscuro
cuando todo en derredor está tan claro.
qué es qué quiere o qué pide
el turbio ruido oscuro
cuando todo en derredor está tan claro.
Mito Amazónico
Un agua subterránea, pura
era bebida de los inmortales
debajo de la tierra.
era bebida de los inmortales
debajo de la tierra.
¿Quién fue culpable?
El que salió y quebró y saltó hacia afuera
por haber escuchado un canto de pájaro.
El que salió y quebró y saltó hacia afuera
por haber escuchado un canto de pájaro.
No hubiera escuchado.
No debía salir.
El dejó el lugar protegido.
No debía salir.
El dejó el lugar protegido.
El juntó frutas, plantas
y llevó adentro, abajo.
y llevó adentro, abajo.
Y en cada fruto estaba semilla de la muerte.
Cayeron las semillas. Germinaron.
Poema Abril
Este día tan lleno de niñez,
las cápsulas verdes de los eucaliptos
en el suelo, entre hojas.
las cápsulas verdes de los eucaliptos
en el suelo, entre hojas.
El buen aroma frío y viejo trae
de la mano, consigo,
los paseos al sol y por un parque
en un abril de viento.
de la mano, consigo,
los paseos al sol y por un parque
en un abril de viento.
Por mirar la vereda así y oír el ruido
de las hojas, arriba;
por recoger las cápsulas y aspirar hasta el alma
su antiguo olor, se puede,
de las hojas, arriba;
por recoger las cápsulas y aspirar hasta el alma
su antiguo olor, se puede,
¿a veces, sí, se puede?
abrir puertas cerradas hacía días remotos;
las mañanas del sol y un aire limpio, fino,
los bancos de madera por el borde del parque,
las veredas desiertas,
un viento decidido contra la cara, frío,
y en la mano, tibieza de la mano materna.
abrir puertas cerradas hacía días remotos;
las mañanas del sol y un aire limpio, fino,
los bancos de madera por el borde del parque,
las veredas desiertas,
un viento decidido contra la cara, frío,
y en la mano, tibieza de la mano materna.
Cambios
Unas veces el cambio se prepara
en forma subterránea pero estalla
de modo brusco, abierto:
nova en el cielo
grieta en la tierra
inundación de luz en plena nochelengua de fuego
asoma sorpresivamente en la mirada
del otro, vuelto Otro, vuelto ajeno.
en forma subterránea pero estalla
de modo brusco, abierto:
nova en el cielo
grieta en la tierra
inundación de luz en plena nochelengua de fuego
asoma sorpresivamente en la mirada
del otro, vuelto Otro, vuelto ajeno.
Otros cambios se gestan
imperceptiblemente.
De una oscura manera
de un modo
silencioso
lo que no estaba está y lo que estaba
es destruido.
imperceptiblemente.
De una oscura manera
de un modo
silencioso
lo que no estaba está y lo que estaba
es destruido.
Pero tan gradualmente
que siempre quedan restos:
de la mirada, alguna
chispa
alguna vez.
De la voz, algún eco
(palabra no enfriada
todavía).
que siempre quedan restos:
de la mirada, alguna
chispa
alguna vez.
De la voz, algún eco
(palabra no enfriada
todavía).
Cuando los estudiosos se enfrentan a los mitos y analizan su posible significado o estudian su estructura, dejan de lado, en la gran mayoría de los casos, el otro aspecto del mito: su extraordinaria fuerza poética.
De la asombrosa leyenda del héroe sumerio Gilgamesh sólo nos quedan algunas tabletas de arcilla, escritas en caracteres cuneiformes. Allí no está el poema original, sino su traducción al idioma akkadio. Las tabletas fueron halladas en las ruinas del palacio de Asurbanipal, el último de los más famosos emperadores asirios, quien reinó en Nínive, unos seiscientos años antes de Cristo.
El poema primitivo era mucho más antiguo: fue escrito en idioma sumerio, en tabletas de arcilla muy dañadas, unos dos mil años antes de nuestra era. Estamos, pues, frente a uno de los más remotos rostros con los que se nos presenta la poesía, tan antiguo como el de las pirámides egipcias. Sabemos que a sus propias construcciones piramidales - los ziggurats- los sumerios no lograron hacerlas durar cuatro milenios, por estar hechas de ladrillo. Sólo podemos imaginar cómo serían, por ejemplo, esos grandiosos templos que adornaban la ciudad sumeria de Uruk, en la que reinó Gilgamesh.
La historia de este rey está totalmente trasmutada en fantástica leyenda, la que le atribuye ser más que un semi-dios, pues era "tres cuartos divino y uno humano". Entre las numerosas aventuras y hazañas que se relatan sobre él sobresalen las que realiza con su compañero Enkidu, el primer mortal que se atreve a amenazar y aún a atacar a un dios – nada menos que a la poderosa diosa Ishtar.- y recibe como castigo una muerte lenta, un descenso gradual al infierno sumerio: la Casa de Polvo. Enkidu tiene tiempo de relatar lo que ve allí. En ese lugar en penumbra todo está cubierto de polvo, especialmente los cerrojos de las Grandes Puertas. Una densa capa de polvo las recubre, signo de que no se han abierto en mucho tiempo. Lo más llamativo, más que la presencia de la reina del infierno –Ehreskigal- con su escriba sentado frente a ella, más llamativo que las coronas de los reyes, que se acumulan allí, polvorientas, a un lado de la entrada, son – sorprendentemente!- las voces de esos mismos reyes, también acumuladas y también cubiertas del mismo polvo que cubre todo el lugar.
La imagen de estas voces, amontonadas y polvorientas, posee un claro valor poético que no es necesario subrayar.
La idea que está presente aquí es la de la muerte como gran igualadora y es muy común en la historia de la literatura; recordemos a Luciano, bajo el imperio romano, quien muestra la humillación a la que son sometidos los pasajeros de Caronte, entre ellos varios reyes, quienes deben despojarse de sus coronas y deben “arrojar su orgullo”, pues pesaría demasiado en la frágil barca...
Siglos después, Manrique nombra: “Los reyes y emperadores, / los papas, los arzobispos /y prelados / así los trata la muerte/ como a los pobres pastores / de ganados.
Regresando a la Casa de Polvo sumeria, la desaparición de Enkidu es motivo para que el héroe trate de escapar del mismo destino “polvoriento”. Cuando ya está por lograrlo, por haber persuadido al único hombre inmortal (Upnapishtin) de que le entregara el secreto de la inmortalidad, fracasa sin embargo en la prueba previa: mantenerse despierto siete días y siete noches. El héroe está tan fatigado, que cae dormido inmediatamente y duerme todo el tiempo que debió velar.
Este es su primer fracaso. Cuando consigue, en compensación, la Flor de la Juventud , a la que debió ir a buscar al fondo del océano, teme, sin embargo, aspirar su perfume. Teme haber sido engañado. Y prefiere esperar hasta llegar a la ciudad de Uruk y hacerla probar a algún anciano. Pero otra vez el cansancio lo traiciona: vuelve a caer dormido y la flor es devorada por una serpiente
Los lamentos de Gilgamesh pueden considerarse como la primera vez que el hombre se plantea el sin sentido del esfuerzo humano: "Para quién trabajé tanto, para qué me esforcé tanto!"
Las tabletas de arcilla están rotas, de modo que nos queda un fragmento final del poema, en el cual Gilgamesh contempla el relato de sus propias hazañas grabado en lapislázuli sobre las murallas de la ciudad.
El propio héroe, como lo hará Helena en La Ilíada o como lo hará el Quijote en la segunda parte, puede verse a sí mismo como personaje literario, como sobreviviendo, digamos, en la memoria de los hombres.
La memoria humana pasa a ser entonces, trasmutada en poesía, la que "desempolva" aquellas voces acumuladas en el más allá y las conserva vivas.
El Puente
En un gesto trivial, en un saludo,
en la simple mirada, dirigida
en vuelo, hacia otros ojos,
un áureo, un frágil puente se construye.
Baste eso sólo.
Aunque sea un instante, existe, existe.