viernes, 17 de febrero de 2012

Muy caro: dos pesos



Horacio Quiroga



Entonces Luis Alemandri, dibujante, fue llevado a pensar así:
Los comerciantes son seres extraordinarios. Estos tres son perfectamente honrados, de ello no hay duda. Pero su honradez está sentada sobre tales singulares conceptos de viveza que resulta, para el que como yo no es comerciante, absolutamente indescifrable. Son sobre todo extraordinarios... -Ahora es conmigo se interrumpió espantado viendo que uno de los comerciantes que desde media hora atrás ejercían de críticos literarios, se dirigía a esta vez  a él.
-Algo -repuso el dibujante- he hablado con él una sola vez.
-¿Ah, lo conoce usted? ¿Y usted cree que es  mozo de talento?
-Me parece que sí.
-¿Sí? Pues bien, vea lo que son las cosas. Yo lo conozco mucho. G. vino aquí muy muchacho, a la casa de un hermano que estaba establecido afuera. No se puede figurar usted individuo más inútil que G. No hacía nada, no servía para nada. Su hermano le echó un día. Era un completo haragán. Después probó esto, lo otro, lo que más allá, y en todo fracasó. No se puede usted figurar, le repito, un ser más inútil. Pues bien, ahí lo tiene usted. Viendo él mismo al fin que no servía para nada, pues se hizo literato. Y ahí lo tiene usted, ¿eh?
Aunque Dios había librado al dibujante de intervenir de sus tres fortuitos compañeros, esta vez el mismo Dios lo abandonó.
-Creo, sin embargo -atrevióse- que G. Leía mucho cuando era dependiente.
-¡Y bien! ¡Ahí está! -respondió el rotundo sujeto.
-¡Era lo que hacía! ¡Todo el día con un libro! ¿Y  qué más hizo? Yo lo conocía, le digo a usted. En ninguna parte duró ni sirvió para maldita cosa. Era incapaz de hacer lo que cualquier rapaz... Eso es, yo también he hecho un verso... Y ahí lo tiene usted, le repito convertido en un literato.
-No hay duda, son seres extraordinarios -tornaba a  pensar el dibujante, soportando con incómodo pudor la mirada victoriosa del otro. Pero éste continuaba:
-¡Ahí está! Y ahora gana así cuanto quiere... ¡Bonito trabajo el de ustedes!
-¡Perdón! -se excusó vivamente Alemandri- yo no soy escritor.
-¡Es lo mismo, es lo mismo!... ¿Usted dibuja en las revistas, según entiendo?
El aludido hizo un gesto de tan vaga aquiescencia, que el comerciante triunfó de nuevo.
-¡Ah, usted mismo lo reconoce! ¡Eso es! Ganan todo el dinero que quieren hablando cosas y haciendo figuras. Y uno suda y suda... ¡No se enoje, ande usted! Lo digo de todo corazón.
Pero si el dibujante no se enojaba, el diablo lo tentó esta vez a hincar un poquito el diente en aquella sudorosa gordura.
-¡Oh, no se gana tanto! -dijo. y a veces hay que trabajar bastante más que ustedes mismos...
-¡Hombre, que tiene gracia! Bueno, bueno... Si usted llama a trabajar...
-Y enormemente. Si me permite le contaré en dos palabras un caso. Solamente que el sujeto en cuestión no es ni dibujante ni escritor... Pero es de los que hablan cosas, como usted dice. ¿Quiere oirme?
-Hable usted, hable usted.
-El caso es muy reciente -comenzó Alemandri- hace dos o tres noches. Yo vivo en Banfield, soy casado y tengo dos hijas. Vivo bastante retirado de la estación y cuando llueve se embarra uno hasta las rodillas.
Pues bien, una de las últimas tardes llegó a casa, al final de un terrible chubasco, un amigo a quien hacía mucho tiempo no veía. Su visita me sorprendió bastante, pues aunque amigos, como acabo de decirle, no nos vemos sino de tarde en tarde.
La persona en cuestión -llamémosla X- es uno de los hombres más vastamente ilustrados que yo conozca y tiene en especial una conversación única como encanto. Hacía cuatro días que yo no salía de casa, curándome aún de un fuerte amago de influenza. Y cuatro días, figúrese, solo en su casa, quien como yo está acostumbrado a pasarlo fuera todo el día... Sí, mi mujer... pero dos chicos no dan mucha libertad a la madre.
En fin, X me trajo sencillamente la gloria a casa. La tarde pasó como un soplo. Mi mujer estaba también encantada con aquel hombre, y se unió a mi  vivo ruego a  comer con nosotros. Pensábamos, simplemente no dejarlo ir hasta las doce.
X accedió, y durante la cena y después de ella, ni mi mujer ni yo dejamos un momento de felicitarnos de aquella visita.
Lo mismo que la tarde, la noche voló.
Al dar las diez X se quiso ir, pero no hubo modo. Apenas a las once y cuarto le dimos libertad, y estoy convencido de que son muy pocas las personas capaces de dejar tal recuerdo de una visita de ocho horas. Lo acompañé hasta la puerta, lo detuve  aún cinco minutos, y cuando por fin lo dejaba que se fuera, X me dijo si "quería" prestarle dos pesos. Es a esto que yo llamo trabajar -concluyó Alemandri.
El comerciante lo miró con una asombrada a la par que convencida sonrisa.
-Vea usted, vea usted -dijo- para mí todo eso no pasa de un vulgar... ¿me permite usted? Creo que la vergüenza de ese señor... en fin!...
-No, no, concluya -apoyó plácidamente Alemandri.
-¡Hombre! Pues bien, creo que ese señor no tiene dignidad... sabe usted... ir a pedir dos pesos... ¡eso es un  cuento del tío, si usted me permite!
-Si, señor, le permito todo. Pero yo creo a mi vez esto: Yo no sé que trabajo se requiere para ganar diez sobre lo que costó tres, y esto yo lo ignoro porque no soy, ni he sido, ni seré jamás comerciante. Pero sé que ocho horas de una conversación llena de encanto -y científica, filosófica, literaria, si usted quiere- vales mil veces más que  esos miserables dos pesos, y yo por mi parte hubiera ofrecido con gusto diez por un día como el que me trajo X. Y además  esto otro: el hombre que comprende la irregularidad de un pedido así, hasta el punto de esforzarse en rescatarlo entregando durante ocho horas toda una vida de lucha intelectual, ese hombre tiene para mí, en ese acto, un millón de veces más dignidad que la que se necesita para cualquier monopolio de cualquier pan en cualquier parte.
Por otro lado -concluyó Alemandri en pacificadora despedida- no creo que nos hubiera sido muy fácil, a usted y a mi, ganar de idéntica manera esos dos pesos.
El dibujante no supo nunca que aptitud se reconocía  su interlocutor para la empresa: una conversación artística de ocho horas... De este modo se congratuló por largo tiempo de no haber sentado sino hipótesis la terrible aventura.
  
* Publicado en revista Caras y Caretas, Nro. 649, (Buenos Aires, 11/03/1911)
Las medias de los flamencos



Horacio Quiroga



Cierta vez las víboras dieron un gran baile. Invitaron a las ranas y los sapos, a los flamencos, y a los yacarés1 y los pescados. Los pescados, como no caminan, no pudieron bailar; pero siendo el baile a la orilla del río, los pescados estaban asomados a la arena, y aplaudían con la cola.
Los yacarés, para adornarse bien, se habían puesto en el pescuezo un collar de bananas, y fumaban cigarros paraguayos. Los sapos se habían pegado escamas de pescado en todo el cuerpo, y caminaban meneándose, como si nadaran. Y cada vez que pasaban muy serios por la orilla del río, los pescados les gritaban haciéndoles burla.
Las ranas se habían perfumado todo el cuerpo, y caminaban en dos pies. Además, cada una llevaba colgando como un farolito, una luciérnaga que se balanceaba.
Pero las que estaban hermosísimas eran las víboras. Todas sin excepción, estaban vestidas con traje de bailarina, del mismo color de cada víbora. Las víboras coloradas llevaban una pollerita2 de tul colorado; las verdes, una de tul verde; las amarillas, otra de tul amarillo; y las yararás3, una pollerita de tul gris pintada con rayas de polvo de ladrillo y ceniza, porque así es el color de las yararás.
Y las más espléndidas de todas eran las víboras de coral, que estaban vestidas con larguísimas gasas rojas, blancas y negras, y bailaban como serpentinas. Cuando las víboras danzaban y daban vueltas apoyadas en las puntas de la cola, todos los invitados aplaudían como locos.
Sólo los flamencos, que entonces tenían las patas blancas, y tienen ahora como antes la nariz muy gruesa y torcida, sólo los flamencos estaban tristes, porque como tienen muy poca inteligencia, no habían sabido cómo adornarse. Envidiaban el traje de todos, y sobre todo el de las víboras de coral. Cada vez que una víbora pasaba por delante de ellos, coqueteando y haciendo ondular las gasas de serpentina, los flamencos se morían de envidia.
Un flamenco dijo entonces:
-Yo sé lo que vamos a hacer. Vamos a ponernos medias coloradas, blancas y negras, y las víboras de coral se van a enamorar de nosotros.
Y levantando todos el vuelo, cruzaron el río y fueron a golpear en un almacén del pueblo.
-¡Tantan! -pegaron con las patas.
-¿Quién es? -respondió el almacenero.
-Somos los flamencos. ¿Tiene medias coloradas, blancas y negras?
-No, no hay -contestó el almacenero-. ¿Están locos? En ninguna parte van a encontrar medias así.
Los flamencos fueron entonces a otro almacén.
-¡Tantan! ¿Tiene medias coloradas, blancas y negras?
El almacenero contestó:
-¿Cómo dice? ¿Coloradas, blancas y negras? No hay medias así en ninguna parte. Ustedes están locos. ¿Quiénes son?
-Somos los flamencos -respondieron ellos.
Y el hombre dijo:
-Entonces son con seguridad flamencos locos.
Fueron entonces a otro almacén.
-¡Tantan! ¿Tiene medias coloradas, blancas y negras?
El almacenero gritó:
-¿De qué color? ¿Coloradas, blancas y negras? Solamente a pájaros narigudos como ustedes se les ocurre pedir medias así. ¡Váyanse enseguida!
Y el hombre los echó con la escoba.
Los flamencos recorrieron así todos los almacenes, y de todas partes los echaban por locos.
Entonces un tatú4, que había ido a tomar agua al río, se quiso burlar de los flamencos y les dijo, haciéndoles un gran saludo:
-¡Buenas noches, señores flamencos! Yo sé lo que ustedes buscan. No van a encontrar medias así en ningún almacén. Tal vez haya en Buenos Aires, pero tendrán que pedirlas por encomienda postal. Mi cuñada, la lechuza, tiene medias así. Pídanselas, y ella les va a dar las medias coloradas, blancas y negras.
Los flamencos le dieron las gracias, y se fueron volando a la cueva de la lechuza. Y le dijeron:
-¡Buenas noches, lechuza! Venimos a pedirle las medias coloradas, blancas y negras. Hoy es el gran baile de las víboras, y si nos ponemos esas medias, las víboras de coral se van a enamorar de nosotros.
-¡Con mucho gusto! -respondió la lechuza-. Esperen un segundo, y vuelvo enseguida.
Y echando a volar, dejó solos a los flamencos; y al rato volvió con las medias. Pero no eran medias, sino cueros de víbora de coral, lindísimos cueros recién sacados a las víboras que la lechuza había cazado.
-Aquí están las medias -les dijo la lechuza-. No se preocupen de nada, sino de una sola cosa: bailen toda la noche, bailen sin parar un momento, bailen de costado, de pico, de cabeza, como ustedes quieran; pero no paren un momento, porque en vez de bailar van entonces a llorar.
Pero los flamencos, como son tan tontos, no comprendían bien qué gran peligro había para ellos en eso, y locos de alegría se pusieron los cueros de las víboras de coral, como medias, metiendo las patas dentro de los cueros que eran como tubos. Y muy contentos se fueron volando al baile.
Cuando vieron a los flamencos con sus hermosísimas medias, todos les tuvieron envidia. Las víboras querían bailar con ellos, únicamente, y como los flamencos no dejaban un instante de mover las patas, las víboras no podían ver bien de qué estaban hechas aquellas preciosas medias.
Pero poco a poco, sin embargo, las víboras comenzaron a desconfiar. Cuando los flamencos pasaban bailando al lado de ellas, se agachaban hasta el suelo para ver bien.
Las víboras de coral, sobre todo, estaban muy inquietas. No apartaban la vista de las medias, y se agachaban también, tratando de tocar con la lengua las patas de los flamencos, porque la lengua de las víboras es como la mano de las personas. Pero los flamencos bailaban y bailaban sin cesar, aunque estaban cansadísimos y ya no podían más.
Las víboras de coral, que conocieron esto, pidieron enseguida a las ranas sus farolitos, que eran bichitos de luz, y esperaron todas juntas a que los flamencos se cayeran de cansados.
Efectivamente, un minuto después, un flamenco, que ya no podía más, tropezó con el cigarro de un yacaré, se tambaleó y cayó de costado. Enseguida las víboras de coral corrieron con sus farolitos, y alumbraron bien las patas del flamenco. Y vieron qué eran aquellas medias, y lanzaron un silbido que se oyó desde la orilla del Paraná.
-¡No son medias! -gritaron las víboras-. ¡Sabemos lo que es! ¡Nos han engañado! ¡Los flamencos han matado a nuestras hermanas y se han puesto sus cueros como medias! ¡Las medias que tienen son de víbora de coral!
Al oír esto, los flamencos, llenos de miedo porque estaban descubiertos, quisieron volar; pero estaban tan cansados que no pudieron levantar una sola ala. Entonces las víboras de coral se lanzaron sobre ellos, y enroscándose en sus patas les deshicieron a mordiscones las medias. Les arrancaban las medias a pedazos, enfurecidas, y les mordían también las patas, para que se murieran.
Los flamencos, locos de dolor, saltaban de un lado para otro, sin que las víboras de coral se desenroscaran de sus patas. Hasta que al fin, viendo que ya no quedaba un solo pedazo de media, las víboras los dejaron libres, cansadas y arreglándose las gasas de su traje de baile.
Además, las víboras de coral estaban seguras de que los flamencos iban a morir, porque la mitad, por lo menos, de las víboras de coral que los habían mordido, eran venenosas.
Pero los flamencos no murieron. Corrieron a echarse al agua, sintiendo un grandísimo dolor. Gritaban de dolor, y sus patas, que eran blancas, estaban entonces coloradas por el veneno de las víboras. Pasaron días y días, y siempre sentían terrible ardor en las patas, y las tenían siempre de color de sangre, porque estaban envenenadas.
Hace de esto muchísimo tiempo. Y ahora todavía están los flamencos casi todo el día con sus patas coloradas metidas en el agua, tratando de calmar el ardor que sienten en ellas.
A veces se apartan de la orilla, y dan unos pasos por tierra, para ver cómo se hallan. Pero los dolores del veneno vuelven enseguida, y corren a meterse en el agua. A veces el ardor que sienten es tan grande, que encogen una pata y quedan así horas enteras, porque no pueden estirarla.
Esta es la historia de los flamencos, que antes tenían las patas blancas y ahora las tienen coloradas. Todos los pescados saben por qué es, y se burlan de ellos. Pero los flamencos, mientras se curan en el agua, no pierden ocasión de vengarse, comiéndose a cuanto pescadito se acerca demasiado a burlarse de ellos.

Yacaré: lagarto, caimán. 2. Pollerita: faldita, sayita. 3. Yarará: especie de víbora. 4. Tatú: especie de armadillo.

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viernes, 10 de febrero de 2012


Entrevista a Julio Verne
 por Robert H. Sherard



Publicada en McClure's Magazine, en enero de 1894


Julio Verne en casa. Su propia narración de su vida y su obra "El gran pesar de mi vida ha sido el hecho de que nunca he tenido lugar alguno en la literatura francesa."
El hombre decía estas palabras al tiempo que su cabeza se inclinaba, y una gran tristeza parecía asomar en la alegre y cordial voz.
"No he tenido lugar alguno en la literatura francesa" - repitió. ¿Quién era aquel que hablaba así, con la cabeza gacha y con tono de tristeza en su alegre voz? ¿Algún escritor de folletines baratos pero populares para la prensa, algún hombre de letras que nunca ha tenido escrúpulo en declarar que él se ha ganado su vida con su pluma como instrumento y que siempre ha preferido el dinero en efectivo de la Sociedad Francesa de Letras a la gloria y el honor? No. Extraño, monstruoso, así parece ser, pero nuestro hombre no es otro que Julio Verne. Sí, Julio Verne, el Julio Verne, su Julio Verne y el mío también, aquel que nos ha deleitado a todos alrededor del mundo durante tantos años y que seguirá encantando a muchos durante generaciones y las generaciones por venir.
Fue en la habitación de descanso de la Sociedad Industrial de Amiens que el maestro me dijo estas palabras. Nunca olvidaré el tono de tristeza con las que las dijo. Era como la confesión de una vida sin sentido, el suspiro de un viejo hombre que nunca puede volver hacia atrás. Me causó un dolor tan profundo oírlo hablar de aquella manera y todo lo que pude hacer fue decirle, con verdadero entusiasmo, que él era para mí y para millones como yo, un gran maestro, la persona que tanto admiramos y respetamos, el novelista que nos deleitó a muchos de nosotros, mucho más de lo que lo hubiera hecho cualquier novelista que hubiera tomado alguna vez una pluma en la mano. Pero él sólo se limitaba a agitar su cabellera gris y decir: "No cuento para nada en la literatura francesa". Sesenta y seis años, y todavía se mantiene fuerte de espíritu, muchos rasgos de su cara me hacen recordar a Víctor Hugo; como un viejo capitán de mar, rojo de cara y lleno de vida. Un párpado ha comenzado a caer ligeramente, pero la mirada se mantiene firme y clara. De su persona emana un aroma de bondad interior y de corazón. Estas han sido las características del hombre, del cual Hector Malot (1) dijo, algunos años atrás, que era el mejor de los compañeros; del hombre al cual el frío y reservado Alejandro Dumas quería como a un hermano; del hombre que no tiene ni ha tenido nunca, a pesar de su gran éxito, un enemigo real. Desafortunadamente, su salud le preocupa. Últimamente sus ojos se han debilitado, y por momentos él se siente incapaz de guiar su pluma y hay algunos días en los cuales la gastralgia lo martiriza. Pero él sigue tan valiente como siempre.
"He escrito sesenta y seis volúmenes" - dijo -, " y si Dios me concede vida llegaré a ochenta."
Julio Verne vive en el Bulevar Longueville, en Amiens, en la esquina de Rue Charles Dubois, en una espaciosa casa que él alquila. Es una casa de tres pisos, con tres filas de cinco ventanas que abren hacia el bulevar, tres ventanas en la esquina, y tres más que tienen su ubicación hacia la Rue Charles Dubois. La otra entrada está en esta calle. Desde las ventanas que dan hacia el bulevar se puede tener una vista muy pintoresca del pueblo de Amiens con su vieja catedral y otros edificios medievales. Justo delante de la casa y al otro lado del bulevar hay un pedazo de vía férrea, la cual -estando exactamente en la dirección opuesta a la ventana del estudio de Verne-, desaparece en un lugar de la calle, donde hay una gran plaza, en la que la banda del regimiento toca cada vez que el tiempo se lo permite. Esta combinación le sugiere a mi pensamiento un emblema del trabajo del gran escritor: el tranvía acercándose, con el rugido y el estrépito de lo ultramoderno y el romance de la música. Y, ¿no es ésta combinación de la ciencia y el industrialismo las que hacen que sean elementos más románticos en la vida real que en las novelas de Verne, donde poseen una originalidad que no puede encontrarse en los trabajos de ningún otro escritor vivo, incluso ni en aquellos que sí tienen un lugar dentro de la literatura francesa?

La residencia del novelista
Una alta pared bordea la Rue Charles Dubois y esconde el patio y el jardín de la casa de la vista del transeúnte. Una vez que uno llama a la puerta ubicada en la pequeña entrada lateral, la puerta es abierta e inmediatamente uno se encuentra en un patio pavimentado. En la dirección opuesta se encuentran la cocina y las oficinas; a la izquierda un agradable jardín repleto de árboles y a la derecha de la casa una larga fila de anchos pasos se extienden a lo largo del camino. Un acogedor lugar lleno de flores y palmas forman el vestíbulo. Atravesando éste el visitante entra en la sala, la cual está ricamente amueblada con mármoles y bronces, bellas figuras colgantes y las más cómodas butacas. Era la típica habitación de un hombre común, sin ningún rasgo característico en específico. Parece una habitación poco usada; esto se debe al hecho de que los señores Verne son personas muy simples, que no les importa mostrar su riqueza, sino disfrutar de tranquilidad y comodidad. El comedor, que era la habitación inmediata solo se usaba en caso de cenas especiales o cuando la familia celebraba una fiesta. El novelista y su esposa realmente comen en una pequeña habitación que está al lado de la cocina. Desde que el visitante entra al patio puede divisar en la esquina lejana de la casa una alta torre y la escalera en forma de espiral que termina en las habitaciones del piso superior de la torre. Al llegar a la cima de la escalera llegamos a los lugares de dominio privado del señor Verne. Luego de llegar aquí encontramos un pasillo con alfombras de color rojo, al igual que la escalera. A lo largo del mismo se divisan varios mapas y al final, en una esquina, se encuentra una pequeña habitación, la cual está amueblada con la armadura de una cama. Junto a un pequeño balcón se encuentra una pequeña mesa donde se puede ver una gran cantidad de papel manuscrito delicadamente cortado. Sobre el manto que cubre la pequeña chimenea se encuentran dos estatuas, una de Moliere y la otra de Shakespeare y sobre éstas un cuadro pintado con acuarela, que representa la entrada de un yate a la bahía de Nápoles. Es ésta la habitación en la que Verne trabaja. El cuarto contiguo está reservado para varios estantes llenos de libros que van desde el techo hasta la alfombra.
Al hablar sobre sus métodos de trabajo Verne dijo: "Me despierto todas las mañanas poco antes de las cinco - quizás un poco más tarde en la temporada invernal -, y a las cinco ya me encuentro en mi escritorio y permanezco trabajando hasta las once. Trabajo muy despacio y con gran cuidado, escribiendo y volviendo a escribir hasta que cada oración tome la forma que yo deseo. Siempre tengo, al menos, en mi mente las ideas de hasta diez novelas paralelas, siempre estoy pensando en nuevas historias. De esta forma, si trabajo con perseverancia, no tendré dificultad en completar las ochenta novelas de las cuales le hablé. Pero es en las correcciones donde invierto la mayor parte del tiempo. Nunca estoy satisfecho cuando he hecho menos de siete u ocho revisiones y las corrijo una y otra vez, hasta que se pueda decir que la última corrección tiene pocos rastros de lo que una vez fue el manuscrito original. Esto significa un gran sacrificio, tanto desde el punto de vista monetario como de tiempo. No obstante, siempre he intentado hacer todo lo que esté a mi alcance para respetar la forma y el estilo, aún cuando las personas nunca me han hecho justicia en lo que respecta a esta consideración."
Entramos juntos en la habitación de la Sociedad Industrial. Al entrar Verne me señaló hacia un pila de hojas. "La sexta corrección" -dijo-. Luego me mostró un gran manuscrito que miré con gran interés, "esto es..." -dijo el novelista, con su genial sonrisa-, " ... es sólo un informe que voy a enviar al Consejo Municipal de Amiens, del cual soy miembro. Yo muestro gran interés por los asuntos del pueblo."
Le había pedido al señor Verne que me contara de su vida y su trabajo. Él me dijo que me diría cosas que nunca antes había dicho. Mi primera pregunta fue sobre su juventud y su casa natal y esto fue lo que me dijo:
"Nací en Nantes el 8 de febrero de 1828, de manera que en estos momentos tengo sesenta y seis años. Debe ser mejor que se me pregunte por mis impresiones de la vejez y no por los recuerdos de mi niñez. Éramos una familia muy feliz. Nuestro padre, que fue un hombre admirable, era parisiense de nacimiento, o más bien, de educación. Realmente él nació en Brie, pero fue educado en París, donde cursó sus estudios universitarios y se graduó como abogado. Mi madre era bretona, de la ciudad de Morlaix, de manera que por mis venas corre una mezcla de sangre bretona y parisiense."
Estos elementos son interesantes desde el punto de vista psicológico y ayuda a las personas a entender el carácter de Julio Verne que lleva en su interior la alegría de la vida de un frecuentador de bulevares parisienses. Claretie escribió sobre esto: Él es igual a esas personas que suelen frecuentar los bulevares de París. Tiene ese carácter desde la punta de los dedos hasta las de los pies. Verne además ama la soledad, la religiosidad y adora el mar, los cuales son rasgos que heredó de la parte bretona.
"Tuve una juventud muy feliz. Mi padre era abogado en Nantes y estaba en posesión de una buena fortuna. Él era un hombre de cultura y de un gran sabor literario. Él escribía canciones en la época en que aún en Francia se escribían; esto fue en los años desde el 1830 hasta el 1840. Pero él era un hombre que no tenía ambiciones y aunque podría haberse distinguido en el campo de las Letras -si así lo hubiera querido-, evitaba todo tipo de publicidad. Sus canciones se cantaban dentro del ámbito familiar. Muy pocas de ellas fueron impresas. Puedo comentarle que ninguno de nosotros ha sido ambicioso; hemos intentado disfrutar nuestras vidas y hacer nuestro trabajo lo más tranquilamente posible. Mi padre murió en 1871 a la edad de setenta y tres. Él podría haber dicho Tenía dos años cuando el siglo nació, en honor al comentario del famoso Víctor Hugo sobre la fecha de su nacimiento. Mi madre murió en 1885, dejando treinta y dos nietos y si contamos a los primos y primos hermanos, en total serían noventa y siete descendientes. Todos nosotros aún vivimos, es decir, la muerte no nos ha llevado a ninguno de los cinco. Somos dos varones y tres hembras y todos estamos vivos en estos momentos. Los hombres y las mujeres de Bretaña son de constitución sólida. Mi hermano Paul era y es mi más estimado amigo. Sí, realmente puedo decir que él no sólo es mi hermano, sino que es, además, mi amigo más íntimo. Y nuestra amistad comenzó desde el primer día que puedo recordar. ¡Qué excursiones tan maravillosas solíamos hacer montados en botes remendados a través del Loira! Cuando tenía quince años no había un sólo rincón o lugar del Loira que no hayamos explorado. ¡Qué embarcaciones más peligrosas eran aquellas y que riesgos corríamos! A veces yo era el capitán, en otras ocasiones era Paul. Pero Paul era el mejor de los dos. Conoce usted que, después que se alistó en la marina, él se podría haber convertido en un funcionario muy distinguido. Pero no hubiera sido un Verne. O sea, quiero decirle, él no tenía ambiciones."
"Empecé a escribir cuando tenía doce años. Escribía entonces poesía, y los poemas no eran muy buenos. Aún recuerdo una que compuse para el cumpleaños de mi padre. Fue recibida muy bien, incluso, fui felicitado y me sentía bastante orgulloso. Recuerdo que por esa época yo solía pasar un gran tiempo ocupado con mis escrituras, copiando y corrigiendo. Nunca llegaba a sentirme satisfecho con lo que había hecho."
"Supongo que unos pueden ver en mi amor por la aventura y por el mar lo que sería el giro que tomaría mi mente unos años más tarde. Ciertamente, el método de trabajo que yo tenía se me ha afianzado desde entonces y ha permanecido conmigo durante toda mi vida. No creo que haya hecho en alguna ocasión algún trabajo descuidado."
"No, no puedo decir que fui particularmente atrapado por la Ciencia. De hecho, nunca he estudiado Ciencias. Pero en la época en que era un muchacho adoraba ver como trabajaban las máquinas. Mi padre tenía una finca en Chantenay, una ciudad situada cerca del Loira. Cerca del lugar se encontraba la fábrica de máquinas gubernamentales de Indret. En ninguna de mis estancias en Chantenay dejé de visitar la fábrica. Allí, me quedaba de pie horas y horas observando como las máquinas hacían su trabajo. Esta característica ha seguido conmigo por el resto de mi vida. Aún hoy, siento tanto placer en mirar como trabaja la máquina de vapor de una locomotora como en contemplar un cuadro pintado por Raphael o Correggio. Mi interés en las industrias humanas siempre ha sido un marcado rasgo de mi carácter, tan marcado, de hecho, como mi amor por la Literatura -de la que hablaré en unos momentos- y mi deleite por las bellas artes que me han llevado a visitar cada museo y galería de alguna importancia en Europa. La fábrica de Indret, las excursiones en el Loira y mi intento de escribir versos fueron las tres grandes pasiones y ocupaciones de mi juventud."

Cómo fue educado
"Fui educado en el liceo de Nantes, donde permanecí hasta que concluí con mis clases de Retórica. Luego, fui enviado a París con el objetivo de estudiar Leyes. Mi estudio favorito siempre ha sido la Geografía, pero en la época en que estuve en París fui completamente atrapado por los proyectos literarios. Estaba bajo la gran influencia de Víctor Hugo, de hecho, me encontraba muy excitado leyendo y volviendo a leer sus trabajos. Por aquel entonces, si me lo 0preguntaban, quizás podría haber recitado páginas enteras de Nuestra señora de París. Pero fue su trabajo dramático el que más influyó sobre mí y fue, bajo esta influencia, que a los diecisiete años comencé a escribir varias tragedias y comedias, por no mencionar novelas. De esta forma, escribí una tragedia en verso en cinco actos titulada Alejandro VI, la cual era la tragedia de el papa de Borgia. Otra de las tragedias en cinco actos y en verso que escribí por esa época fue La conspiración de la pólvora, con Guy Fawkes como héroe. Un drama bajo Luis XV, fue otra de las tragedias en versos, y en cuanto a las comedias existía una en cinco actos y en verso llamada Los felices del día. Todo este trabajo fue realizado con el mayor cuidado y con la constante preocupación de que el estilo me pareciera el correcto. Siempre he cuidado mucho el estilo, pero las personas nunca me han dado crédito por eso."
"Llegué a París a estudiar en la época en que abundaban aquellas jóvenes de origen latino que se erigieron en una clase trabajadora. No puedo decir que frecuentaba las habitaciones de muchos de mis compañeros de estudio. Es conocido que nosotros, los bretones, somos personas que gustan de no hacer muchas nuevas amistades. Casi todos mis amigos eran viejos compañeros de escuela de Nantes, los cuales habían tenido la oportunidad de llegar a la Universidad de París al igual que yo. Mis amigos eran casi todos músicos, y en ese periodo de mi vida yo era músico también. Yo entendía armonía y creo, ahora puedo decirle, que si hubiera elegido la carrera musical podría haber tenido muchas menos dificultades que muchos otros para tener éxito. Víctor Masse era un estudiante amigo mío y también lo era Delibes, con quien llegué a entablar una íntima relación. Solíamos tratarnos de tú, el uno al otro. Estas fueron algunos de las personas con las que tuve cierta amistad cuando estaba en París. Entre mis amigos bretones se encontraba Aristide Hignard, un músico, que aunque había ganado el segundo Prix de Roma, pero que nunca llegó a tener el éxito esperado. Solíamos trabajar juntos. Yo escribía la letra y él, la música. De esa manera, produjimos una o dos operetas, las cuales fueron escenificadas, y algunas canciones."
"Una de estas canciones se titulaba Los Gavieros. Solía ser cantada por el barítono Charles Bataille, quien era muy popular por aquella época. El coro según recuerdo era algo así como:"
Alerta,
Alerta, muchachos, alerta,
El cielo es azul, el mar es verde,
Alerta, alerta
"Otro de los amigos que conocí siendo estudiante y que ha continuado siendo mi amigo desde entonces es Leroy, el diputado actual de la ciudad de Morbihan . Pero el amigo a quien le debo la deuda más profunda de gratitud y afecto es Alejandro Dumas, el hijo, el cual conocí a la edad de veintiuno. Nosotros nos hicimos amigos casi al instante. Él fue el primero en animarme. Pudiera decirse que él fue mi primer protector. No nos hemos encontrado desde hace un buen tiempo atrás, pero mientras yo viva, nunca me olvidaré de su bondad ni tampoco la deuda que le debo. Él me presentó a su padre; él trabajó junto a mí en colaboración. Juntos escribimos una obra llamada Las pajas rotas, la cual fue escenificada en el teatro parisiense Gymnase, además de una comedia en tres actos que titulamos Once días de asedio, la cual fue puesta en escena en el Teatro Vaudeville. En aquel entonces yo vivía en una pequeña pensión mantenido por mi padre, y fue entonces cuando comencé a tener los sueños de riqueza que me llevaron a una o dos especulaciones en la Bolsa. En realidad esto no convirtió en realidad mis sueños. Sin embargo, extraje algún beneficio de mis constantes visitas a la Bolsa. Fue ahí donde llegué a conocer los secretos del comercio y la fiebre de los negocios, las cuales he descrito y usado a menudo en mis novelas."
"Al mismo tiempo que especulaba en la Bolsa, colaboraba con Hignard en operetas y canciones, con Alejandro Dumas en comedias; también escribí cuentos que fueron apareciendo en algunas revistas. Mi primer trabajo apareció en la revista Museé des familles, donde podrá encontrar una historia mía sobre un hombre que no estaba en sus cabales y el cual iba dirigiendo un globo. Este fue el primer indicio sobre el estilo de novela que posteriormente seguí. Por aquellos años era secretario del Teatro Lírico y luego, secretario del señor Perrin. Adoro el teatro y todo lo que esté conectado a él y el trabajo que más he disfrutado ha sido, sin duda, el de haber escrito obras para la escena."

El principio del éxito literario
"Tenía veinticinco años cuando escribí mi primera novela científica. Se tituló Cinco semanas en globo. Fue publicada por Hetzel en 1861 e inmediatamente se convirtió en un gran éxito."
Al llegar a este punto de la conversación interrumpí a Verne y le dije: "Quiero que me diga cómo escribió la novela y por qué, y qué preparación tenía para hacerla. ¿Tenía conocimiento de como se viajaba en un globo o había tenido alguna experiencia propia?"
"Ninguna" -contestó Verne-, "escribí Cinco semanas en globo, no pensando en una historia sobre como viajar en globo, sino en una historia sobre África. Siempre he estado muy interesado en la Geografía y los viajes y con la novela quise dar una descripción romántica de África. De manera tal que no había otra forma de llevar a mis viajeros hacia África a no ser en un globo, y esta es la respuesta de por qué es introducido un globo en la historia. En ese momento nunca había hecho un ascenso en globo. De hecho, sólo he viajado en globo en una ocasión en mi vida. Fue en Amiens, mucho después de que mi novela fuese publicada. La travesía se verificó en tres cuartos de hora, debido a que tuvimos un problema al subir. Godard, el aeronauta, estaba besando a su pequeño hijo al tiempo que el globo comenzaba a elevarse; de manera que tuvimos que llevar al chico con nosotros. El globo estaba tan pesado que no pudo ir muy lejos. Viajamos hasta Longeau, una ciudad por la que usted pasó antes de llegar aquí. Puedo decirle que tanto en el momento en que escribí la novela como ahora, no tengo fe en la posibilidad de dirigir globos, a excepción de que se estuviera en una atmósfera completamente estancada como, por ejemplo, en esta habitación. ¿De qué manera se puede construir un globo que logre enfrentar corrientes de seis, siete u ocho metros por segundo? Es sólo un sueño, aunque creo que si la pregunta alguna vez fuera resuelta esta sería con una máquina que fuera más pesada que el aire, siguiendo el principio del pájaro que puede volar aun cuando es más pesado que el aire."

¿Entonces usted no tenía ningún estudio científico en que basarse?
"Ninguno. Puedo decirle que nunca he estudiado Ciencias, aunque gracias a mi hábito de leer he podido adquirir conocimientos que me han sido útiles. Soy un gran lector y cada ocasión que leo lo hago con un lápiz en la mano. Siempre llevo un cuaderno conmigo e inmediatamente apunto, tal y como lo hacía Dickens, algo que me interese o que pueda ser de posible uso en mis libros. Vengo aquí todos los días después de almuerzo y de inmediato me dispongo a trabajar. Leo hasta quince publicaciones distintas, siempre las mismas quince, y puedo decirle que son muy pocos los artículos que aparecen en ellas que escapan a mi atención. Cuando veo algo de interés lo escribo en mi cuaderno. Leo publicaciones tales como Revue Bleue, Revue Rose, Revue des deux mondes, Cosmo, La nature de Tissandier y L'astronomie de Flammraion. También leo los boletines de las sociedades científicas, sobre todo aquellos de la Sociedad Geográfica. Debo significar que la Geografía es mi pasión y mi estudio. En mi biblioteca personal se encuentran todos los trabajos de Elisée Reclus -por el cual siento gran admiración-, y todos los de Arago. He leído una y otra vez, debido a que soy un lector muy cuidadoso, la conocida colección Le tour du monde, la cual es una serie de historias donde se describen viajes a diferentes partes del universo. Poseo miles de notas actualizadas sobre diferentes temas. En estos momentos cuento con veinte mil notas que pueden ser revertidas en mi trabajo, pues hasta los días de hoy no han sido usadas. Algunas de estas notas fueron tomadas en conversaciones. Me gusta oír hablar a las personas, sobre todo a aquellas que me proveen de información sobre tópicos que conocen."

¿Cómo ha podido hacer lo que ha hecho sin estudio científico alguno?
"He tenido la buena fortuna de venir al mundo en una época donde existen diccionarios de todo tipo. Si deseo buscar alguna información, todo cuanto tengo que hacer es localizarla en mi diccionario. Por supuesto, en mis horas de lectura también recopilo una gran cantidad de información. Como le dije anteriormente muchas ideas siempre rondan en mi cabeza. Fue así como, un día, en un café en París leí un artículo de El siglo. En él se decía que un hombre podría viajar alrededor del mundo en sólo ochenta días. Inmediatamente mi mente se iluminó con la posibilidad de que debido a la diferencia horaria, el viajero pudiera adelantar o retrasar un día en su viaje. Había encontrado un argumento para una historia. No escribí la historia hasta mucho después. Siempre llevo varias ideas en mi cabeza durante años -diez o quince en algunas ocasiones-, hasta darles la forma definitiva."
"A través de mis novelas, mi objetivo ha sido dar una imagen de la Tierra y no sólo la Tierra en sí, sino el Universo. Recuerde que, en algunas ocasiones, he llevado a mis lectores mas allá de la Tierra. Al mismo tiempo he intentado mantener la belleza en el estilo. Se dice que no puede haber estilo en una novela de aventura. No es cierto, aunque admito que es más difícil escribir una novela de este tipo a un nivel literario aceptable, que escribir el tipo de novelas modernas, basadas en un estudio profundo de los personajes de la misma. Quiero aclarar" -dijo Verne elevando ligeramente sus anchos hombros- "que no soy un gran admirador de la llamada novela psicológica, porque no entiendo que tiene que ver una novela con la psicología. Exceptúo aquí a Daudet y De Maupassant (2). Siento gran admiración por De Maupassant. Él es un hombre genial que ha recibido del cielo el don de escribir sobre muchas cosas y lo ha hecho tan natural y fácilmente como un árbol de manzanas produce manzanas. Mi autor favorito, sin embargo, es y siempre ha sido Dickens. No sé más de cien palabras del idioma inglés, de manera que tengo que leer sus obras en traducciones. Declaro" -dijo Verne, mientras situaba sus manos en la mesa con énfasis-, " que he leído diez veces, al menos, todas las obras de Dickens. No puedo decirle que prefiero a Dickens y no a Maupassant, porque no hay comparación posible entre los dos. La prueba de mi admiración por Dickens es mi próxima novela llamada Aventuras de un niño irlandés. Soy también y siempre he sido, además, un gran admirador de las novelas de Cooper. Al menos quince de ellas las considero inmortales."

Las insatisfacciones del genio
Entonces, con aire de meditación pero hablando en alta voz, Verne agregó: "Cuando yo me quejaba de que mi lugar en la literatura francesa no había sido reconocido, Dumas solía decirme: Tú debías haber sido un autor americano o inglés. Entonces, tus libros traducidos al francés, hubieran tenido una enorme popularidad en Francia y habrías sido considerado por tus compatriotas como uno de los más grandes escritores de ficción. Como puede comprobar, no ha sido considerado mi lugar dentro de la literatura francesa. Quince años atrás, Dumas propuso mi nombre para la Academia y como en ese momento tenía varios amigos en la Academia entre los que estaban Labiche, Sandoz y otros; parecía que era la gran oportunidad para que se determinara mi elección y el reconocimiento formal de mi trabajo. Pero nunca ocurrió. Cuando recibo cartas de América dirigidas a Señor Julio Verne, miembro de la Academia francesa no puedo evitar una sonrisa. Desde el día en que mi nombre fue propuesto han habido, desde entonces, no menos de cuarenta y dos elecciones en la Academia francesa que, por así decirlo, se ha renovado completamente. Pero yo he sido olvidado."
Fue entonces que Verne dijo las palabras que, por su importancia, he ubicado al principio de este artículo.
Para cambiar la conversación le pedí a Verne que me hablara de sus viajes y dijo: "Me he dedicado a la navegación por puro placer, pero siempre con el objetivo de conseguir información para mis libros. Esta ha sido mi preocupación constante y cada una de mis novelas han sido beneficiadas por mis viajes. De esta forma, en Un billete de lotería será encontrada la narración de mis experiencias y observaciones personales en una excursión que tuve la oportunidad de realizar a Escocia, Iona y Staffa; así como también de un viaje a Noruega en el año 1862, cuando viajé desde Estocolmo hasta Christiana a través del canal. Fue un viaje extraordinario de tres días y tres noches en un vapor y luego llegamos a la parte más salvaje de Noruega llamada Tolemark. Visitamos, además, las cataratas de Gosta, la cual tiene una altura de novecientos pies. En Las indias negras está la descripción de mi gira por Inglaterra y mi visita a los lagos escoceses. La idea original de Una ciudad flotante sobrevino cuando viajaba hacia América, en al año 1867, a bordo del famoso transatlántico Great Eastern. Allí visité Nueva York, la ciudad de Albany y además el Niágara. Tuve la maravillosa oportunidad de ver el Niágara cubierto de hielo. Fue el día 14 de abril. Se podían ver algunos torrentes de agua entrando a raudales a través de algunos orificios abiertos en la superficie helada. Matías Sandorf fue el resultado de una excursión desde Tánger hasta Malta en mi yate, el St. Miche l, el cual fue nombrado así en honor a mi hijo Michel, que me acompañó en ese viaje, así como también me acompañaron su madre y mi hermano Paul. En el año 1878 tuve una instructiva y agradable excursión a través del Mar Mediterráneo junto a Raoul Duval, el hijo de Hetzel y mi hermano. Viajar era el gran placer de mi vida y fue con gran pesar que en el año 1886, fui forzado a abandonar tal distracción a consecuencia de mi accidente. Seguramente, usted sabe la triste historia de cómo un sobrino mío, que me adoraba y al cual yo también quería mucho, vino a verme un día a Amiens y después de murmurar algo, ferozmente, me apuntó con un revólver y me disparó, hiriendo mi pierna izquierda. A consecuencia de este hecho, nunca más he podido caminar como lo hacía antes. La herida nunca se ha cerrado y nunca me han extraído la bala. El pobre muchacho estaba fuera de sus cabales. Luego, dijo que lo había hecho para atraer sobre mi la atención, de manera que se escucharan mis demandas por un puesto en la Academia francesa. Él está ahora en un asilo y temo que nunca se curará. El gran pesar que esto me trajo es el hecho de que nunca más podré ver América de nuevo. Me hubiera gustado visitar la ciudad de Chicago este año, pero dado el estado de mi salud y esta herida que no cierra, será imposible para mi salir de Francia. Amo a América y a los americanos. Comoquiera que usted es americano y está escribiendo para ellos, asegúrese de decirles que si ellos me aman -que conozco que sí, debido a que recibo miles de cartas todos los años desde Estados Unidos-, yo les devuelvo su afecto con todo mi corazón. ¡Si pudiera ir y poder verlos a todos! ¡Esa sería la gran alegría de mi vida!
"Aunque la mayoría de las descripciones geográficas en mis novelas son extraídas de mi observación personal, en algunas ocasiones he tenido que apoyarme en las cosas que he leído para hacer las descripciones. En la novela sobre la que le hablé titulada Aventuras de un niño irlandés, la cual muy pronto será publicada, describo las aventuras de un muchacho en Irlanda. La historia comienza cuando el chico tiene dos años de edad y termina cuando cumple los quince, que es cuando él y sus amigos labran sus propias fortunas. ¿No cree que es un buen argumento para una novela? En el libro, el joven viaja por toda Irlanda y debo decirle que yo nunca he visitado ese país, de manera que todas las descripciones de los lugares y escenarios han sido tomadas de libros."
"Tengo varios libros esperando por ser impresos. La próxima novela, es decir, la que se publicará el próximo año se titula Las maravillosas aventuras de Antifer , y ya está completamente terminada. Es la historia de la búsqueda y hallazgo de un tesoro y en la novela se expone un problema geométrico muy curioso. Estoy muy apegado a la novela, la cual aparecerá en el año 1895, aunque no puedo decirle nada más por el momento. Al tiempo que elaboro éstas historias, también escribo cuentos. En el próximo número de El Fígaro, el cual será publicado para las navidades se publicará un cuento mío titulado, El señor Re-sostenido y la señorita Mi-bemol. Usted conoce que el re-sostenido y el mi-bemol son exactamente las mismas notas musicales cuando son ejecutadas en un piano. Ahí está implícito mi conocimiento musical. Nada de lo que uno ha aprendido deja de utilizarse alguna vez en la vida."
"Las personas me preguntan a menudo, tal y como usted lo ha hecho, por qué resido en Amiens; especialmente yo, que era una persona tan parisino en mis instintos. Como le he dicho, soy de sangre bretona y adoro la calma y la tranquilidad y nunca podría ser más feliz que estando en un claustro. Una vida tranquila, llena de estudio y trabajo, es mi deleite. Llegué a Amiens en el año 1857. Aquí conocí a la mujer que es ahora mi esposa, la cual por aquel entonces -su nombre era Honorine de Viane- era viuda y tenía dos pequeñas hijas. Los lazos familiares y la tranquilidad del lugar me han mantenido desde entonces atado a Amiens. Hetzel me comentó hace unos días que si yo viviera en París hubiera escrito, al menos, diez novelas menos de las que he hecho. Disfruto mucho mi vida aquí en la ciudad. Ya le he dicho cómo es que trabajo por las mañanas y leo por las tardes. Hago tanto ejercicios como puedo. Ese ha sido el secreto de mi salud y mi fuerza. Continúo siendo aficionado al teatro y siempre que hay una obra en el pequeño teatro de la localidad puede estar seguro que podrá encontrar a la señora Verne y a su esposo en la luneta. Días atrás, nosotros cenamos en el Hotel Continental. Lo hicimos con el propósito de tener un momento de distracción y para darles un descanso a nuestros sirvientes. Nuestro único hijo, Michel, vive en París, donde está casado y tiene hijos. Él ha escrito algunos artículos científicos. Tengo sólo una mascota. Usted seguramente habrá visto en mi casa un cuadro de mi estimado y viejo amigo. Es un perro llamado Follet."

Un escritor mal pagado
Al llegar a este punto de la conversación le hice entonces a Verne una pregunta algo indiscreta, pero me pareció que era necesaria. He oído que los ingresos que Verne recibe por sus maravillosos libros están muy por debajo de los que gana un periodista ordinario. De fuentes confiables me ha llegado el comentario de que los ingresos de Julio Verne no llegan a un promedio anual de cinco mil dólares. Verne dijo: "Me gustaría no hablar sobre ese tema. Es cierto que mis primeros libros, incluyendo mis más exitosos, se vendieron por una ínfima parte de su valor, pero después del año 1875, es decir, luego de escribir Miguel Strogoff , mis ingresos fueron reconsiderados y comencé a ganar una justa porción de las ganancias de mis novelas. No tengo queja alguna. Tanto mejor si mi editor ha ganado dinero también. Ciertamente, yo pudiera recriminarme a mí mismo el hecho de no haber concertado mejores contratos. Para que tenga una idea, La vuelta al mundo en ochenta días produjo en Francia una ganancia de diez millones de francos y Miguel Strogoff, siete millones. He tenido muy poca participación en estas ganancias. Pero yo no soy y nunca he sido un hombre de dinero. Soy un hombre de letras y un artista. Vivo siguiendo un ideal, generando nuevas ideas y mejorando con entusiasmo mi trabajo. Y cuando he hecho mi trabajo aparto todo de mi mente y olvido tantas cosas que, a menudo, me acomodo en mi estudio y comienzo a leer una novela de Julio Verne, y la leo con entusiasmo. Si mis compatriotas hubieran tenido un poco más de justicia conmigo, esto lo habría apreciado un millón de veces más que una ganancia de algunos miles de dólares que viniera de mis libros. Eso es lo que lamento y siempre lamentaré."
Sobre uno de los botones de la chaqueta azul de Verne pude observar una insignia de color rojo que lo acredita como funcionario de la Legión de Honor.
"Sí" -dijo-, "ese es un reconocimiento". Entonces, con una sonrisa dijo: "Yo fui el último hombre condecorado por el imperio. Dos horas después de firmado el decreto que me hizo miembro de la Legión de Honor, el imperio había dejado de existir. Mi promoción a funcionario se firmó en julio del año pasado. Pero no son las condecoraciones lo que yo ansío. Lo que deseo es que las personas reconozcan lo que hecho o lo que he intentado hacer y no lo dejen pasar por alto. Soy un artista" -repitió Julio Verne, preparándose para levantarse al tiempo que apoyaba su pie en la alfombra.
"Soy un artista" - dijo Julio Verne.
Tan pronto como este artículo sea leído, toda América, seguramente se hará eco de sus palabras


1.      Literato y novelista francés (1830-1907). Autor de interesantes novelas, entre las que deben citarse Las víctimas del amor y Sin familia.
2.      Su nombre completo era E. R. A. Guido de Maupassant (1850-1893). Célebre y fecundo novelista francés, el discípulo más aventajado de Gustavo Flaubert. Murió loco.


Traduc Ariel Pérez